Como dice el nunca bien ponderado Julito Valle – Castillo “vivo retirado a mi tos”. Sucede que pinto y escribo, llego siempre tarde o no llego, creo y crío peces y flores, amo de casa y de oficios domésticos –lavo, plancho, lampaceo, cocino– y no uso ni calcetines ni calzoncillos para ahorrar agua.
Editorialmente soy casi mudo pero me defiendo por señas. No tengo cuadros en ninguna pulpería ergo no existo. Soy inmune al letal elogio que normalmente se contrae en prólogos, futuros luminosos, en revistas, reseñas sinceras, en cálidos aplausos y en capillas de bípedos que comparten oficio y lenguas viperinas.
Si me buscan no me encuentran y nunca estuve en los tiangues de los poetas y pintores. No en los escaparates y pasarelas con radiantes sonrisas colgate. Para mayor información búsquenme en las calles de Jinotepe (-¡adiós alvaritó! -¡ádios puetá!) o en las barras cerveceras y siempre con los libros que otros se me adelantaron al escribirlos para que guardara prudente silencio.
Sólo tomo cerveza y uno que otro bondadoso vino. Dejé el guaro corto y contundente como un buen dibujado gancho al hígado, porque siempre que me ponía medio borracho, caía morado, hablaba visiones azules y cantaba impunemente “Colegio de La Salle tan querido…” sin respetar sexo, edad, religión o partido político.
Escritor tardío y tardado, escribo poco, corrijo mucho y publico menos. Lo mismo pasa con la pintura pero no es igual: ni escribo con colores ni pinto con palabras.
Sé que hay quienes me tildan de chistocito, ingenio ingenuo charlatán que fuí ladilla por querer ser gavilán. Con el Eclesiastés reconozco que todo lo mío es atrapar vientos, puro aire y vanidad todo lo publicado. Para gozo de ellos y el mío propio, no sobrevivirá ni mierda de mis oficios y afanes… ¡bendito sea Dios!
Esta noche la muerte se acordó de mí para decirme que no la olvidara. -Tu historia es la mía- dijo. La Monchita y su pueta Juan Francisco me inscribieron con tu nombre en el acta de nacimiento. Agregó que para amanecer viudo della tendríamos que acostarnos pero no como suicidas ni amantes atados al deseo.
Amaré hasta mi último suspiro y el que sigue. Amén del miedo culillo a la tormenta tupida de rayos y centellas, le tengo pavor al pintor hiper-realista que me dice que a sus cuadros Kodack sólo les falta hablar. De hacerlo, solo pendejadas dirían.
No a la trilogía medieval -aún vigente- de casta, dócil, modesta, y de ipegüe, en casa con la pata quebrada. ¡Tan linda que se ve libre, chimbarona y jodedora, capaz de reír con sus ojos cuando lo hace su boca!
El que se crea libre de pasado que tire la primera piedra. El que de plano no lo tenga y anda entre medio nonatísimo y buenas noches, que tire la penúltima.
Cuando álguien me pregunta si todavía pinto o escribo, contesto con otra pregunta: -Y vos ¿todavía respirás?
Al mejor de mis amigos lo olvido en la abundancia y le pido en la palmazones. El me busca con su ternura y yo lo pierdo en seco con mi soberbia. Me pasan años sin acordarme de su presencia y capacidad de amarme sin pedir nada. Gracias mi dulce Señor Jesus por querer a este insurrecto hijo pródigo que comete la locura de reír y cantar cuando pinta y escribe o que, en medio de la noche y buscando el amanecer, saca gentilmente a bailar a su escoba.
A veces digo cosas para que se vuelvan ciertas.
Cantares a la Maga son 6 poemas recién escritos y sin publicar. En ellos busco la mayor desnudez posible del habla, poemas que quieren platicar en el sobaco de la confianza con quienes se le crucen enfrente.
“La escritura literaria es un diálogo de otras escrituras en el interior de una escritura”. Roland Barthes, El grano de la voz. México, siglo XXI Editores, 1983.
En ellos hago un uso intensivo de la transtextualidad, definida por Gerard Genette como “la relación de copresencia de dos o más textos” (Palimsestos, Madrid, Taurus, 1989). A mi la transtextualidad me ha servido como la forma más sencilla de querer ser bueno a costillas de los verdaderamente buenos.
Entre paréntesis no pregunten por la musa destinataria. Ni el poeta remitente lo sabe ya por que la última vez que lo vimos, poco antes de que le diera el alzeimher, andaba tripié, todo conchudo y con un babero amarrado en el pescuezo. Para entonces ya no hablaba de sus pasados amores, apenas de los colores de las pastillas y los supositorios que a diario le zampaban los doctores. Así de jodido el pobrecito pueta en estos últimos versos k t eskribo pinche trompuda de mierda.
KAPUT. SANSEAKABÓ: alvarito è morto, el pueta se kaputeó con la flaca muerte y ésta le borró el último pelo náufrago que sobreviviera en su patética cabeza. Ha colgado los tenis k nunca usó, al lado de los kalcetines k tampoco usó.
Por este medio la familia doliente informa que el susodicho kaputeado había logrado en vida sobrevivir al cáncer de garganta pescado en los miles de intentos por dejar el cigarro; a las lecturas obligadas en el Pedagógico de Diriamba de Núñez de Arce y Espronceda; a la cerveza Brahva y a las derrotas del Boer y el Diriangén; a las bachatas de Romeo Santos (mejor eskríbelas pinche buey). Gracias a Dios su salud se fue minando por los sucesivos abandonos que le infringieron sus muy amadas prójimas. Intuimos que algo muy especial tenía el difunto alvarito matias pascal para cautivar a las mujeres a dejarlo solito.
La última voluntad del pueta remitido es que Cantares a la maga sean hechos boleros para bailarlos bien pegaditos, en un íngrimo ladrillo y casi haciendo el amor (que es la otra manera de bailar). NOTA: el difunto obtuvo una maestría honoriscausa por bailar pegado como mazate. Peligro inminente, elegía de babor! No puedo con el juego rudo del olvido porque así ya no juego ni empujo con vos la piedra que conduce al cielo. Perdoná esta tristeza de astrolabio sin mar. Este amanecer que entra de rodillas en mi cuarto, esta urgencia de guitarra en celo sin balcón florido ni voz que la acompañe, perdonáme para que yo no te perdone… etc.
Soy el blanco predilecto de mis yambos.
Me gusta navegar con bandera de pendejo en estos mares de la vida aunque no sé si por listo o por vocación (ya sé cuál escogiste, hipócrita lector).
Pese a lo serio del asunto en el poema El solitario en palacio estuvieron la jodarria y el juego en el proceso creativo. Inciso uno) primero salieron en borrador como diez solitarios. Inciso dos) tenía que eliminar a nueve para que el que se quedara sólito siguiera mal acompañado. Inciso tres) en una mesa del restaurante del recordado Monchito Blandino, rodeado de cervezas vacías (es decir mal acompañado), pedí otra mala compañía bien fría y unas tijeras. Previamente había hecho un chorizo con todas las diversas “cualidades” del personaje. Las corté, las revolví como baraja y fui ordenando, eliminando y armando el rompecabezas, hasta dejarlo en su mínima expresión. Ya terminado el muñeco y con facultades para caminar por su propia cuenta, vi que todo estaba bien. Inciso cuatro) Se lo conté al poeta Lovo, le leí el poema y lo publiqué 20 años después.
No le temo a la muerte pero tampoco pienso ir a mi funeral.
Son tantas las definiciones del humor que uno termina llorando. Yo sólo sé que es la cosa más seria del mundo.
Derby: pintor o poeta que compite no es ni poeta ni pintor es caballo.
álvaro gutiérrez 